Todo comenzó en el invierno del 2007, tres amigos pensando que hacer de nuestras vacaciones y de pronto surgió la idea: Escalar en Patagonia.
Francisco Naranjo, Henry Loveless y Pedro Pablo Sermini, nos dispusimos a entrenar para nuestro proyecto veraniego. No estábamos solos en nuestra empresa, cada fin de semana distintos amigos nos acompañaban en nuestras salidas donde surgió un nuevo termino: Patagónico!!!
A mediados de Septiembre recibimos una mala noticia, Henry, hasta ese entonces el jefe de la expedición, no podría ir a nuestro tan ansiado viaje. Francisco y Pedro Pablo nos reunimos y decidimos continuar nuestra empresa a pesar de nuestra corta experiencia en este tipo de escaladas. Al corto tiempo surgió una nueva idea , invitar a nuestro viejo amigo Santiago Canales a formar parte de nuestro proyecto de escalada, pero, Santiago no estaba escalando!
Así y todo nos dispusimos a seguir con la empresa.
Nuestros objetivos eran subir la Aguja Guillaumet y la Aguja de la S, ambas en el macizo del Fitz Roy.
Llegamos a El Chaltén en medio de una gran ventana de buen tiempo, motivados por el impresionante paisaje y las ansias de escalar, partimos de inmediato al campamento base Río Blanco, realizando 2 porteos en el dia. Al dia siguiente, al ver que la ventana continuaba partimos al campamento alto llamado Paso Superior. Debido al buen tiempo, llegar fue toda una odisea, el glaciar que debíamos cruzar estaba totalmente agrietado, por lo que tuvimos que aplicar varias técnicas para pasar grietas realmente “patagónicas”.
Partimos a la Gillaumet sin Santiago, quien fue víctima de la Polenta y tuvo que descansar en el campamento. Luego de cruzar un glaciar lleno de Grietas y con las primeras luces del amanecer llegamos a nuestro primer desafío de escalada: una gigantesca rimalla glaciar. Tras un arduo trabajo, Francisco logro superar este dificil tramo. continuamos por la canaleta, y luego de dos largos en esta, decidimos retornar, debido a las malas condiciones de la nieve y la seca canaleta.
Retornamos al campamento base no sin antes caernos cada uno de nosotros a unas grietas gigantes, sintiendo los pies en el aire y solo afirmados de unos débiles puentes de nieve. Llegamos exhaustos y decidimos no volver al lugar.
Al día siguiente ya teníamos otro objetivo. La Aguja de la S. Nos informamos con escaladores locales e iniciamos de inmediato la aproximación hacia la cueva Piedra Negra. Al amanecer, luego de pasar unos mojados slabs y un glaciar, estábamos en la base de la pared. Pretendíamos hacer la Baby Face, graduada en 5 (5.8) que se encontraba en pésimas condiciones. El destino nos llevó a iniciar la escalada por la Ruta Búlgara, graduada como un 5+ (5.9) de 450 metros hasta la cima. Pedro Pablo y Francisco punteaban turnándose y Santiago iba de segundo. La ruta recorría un bello diedro colorado con empotres de todo tipo y varias técnicas de escalada. La roca era de excelente granito pero con grandes bloques sueltos. Los tres escalamos sin ningún problema los primeros siete largos verticales. Motivados, realizamos un travers que nos llevaba hacia los dos últimos dos largos de la cumbre (6a o 5.10a). En aquél lugar fuimos testigos de una increíble vista patagónica, el cordón del Torre aparecía en todo su esplendor frente a nosotros. El buen desempeño de la cordada y la gran vista que teníamos, nos animó a terminar los últimos largos de la ruta. Pedro Pablo, luego de puntearlos, esperaba a Francisco y Santiago en la cima. Una cumbre muy expuesta y emocionante por el espectáculo patagónico de verticalidad y mucho viento. Orgullosos de nuestra primera cumbre patagónica, nos concentramos en iniciar un largo descenso.
Debíamos descender hasta el punto donde 10 horas antes dejamos nuestro equipo para caminar en el glaciar. Era tarea obligada si queríamos volver a la cueva. Se aproximaba mal tiempo y la fatiga de la jornada de escalada nos exigía urgencia y rapidez. Llegamos, finalmente, a nuestro depósito de equipo a las cinco de la mañana. Si bien aún debíamos marchar hasta el valle, sentimos por fin que completábamos nuestra primera ruta patagónica y el cansancio se sentía como un premio al esfuerzo y la constancia.
Dormir en la cueva por el día y luego de dos días de completo descanso en el campamento Río Blanco fueron lo necesario para iniciar nuevamente nuestra atención hacia qué hacer próximamente. Un paso por El Chaltén y la presencia de un frente que no se veía decantar, nos hizo decidir nuestro próximo objetivo: escalada en Torres del Paine.
Dos días de viaje y un paso obligado por un tenedor libre en Calafate, nos dejaron en el Parque Torres del Paine. Todo quien pretenda realizar una ascensión en el parque debe obtener un permiso de escalada que, habitualmente, demora un día. A la madrugada siguiente porteamos nuestro pesado equipo y ya estábamos dispuestos a realizar una entretenida escalada por la Via Monzino de la Torre Norte del Paine (5.10 a). El Campamento Japonés, destinado a los escaladores, con su clásica cabaña rústica construida por las primeras expediciones, fue nuestro lugar de paciente espera de buen tiempo. Tras un intento fallido debido a las condiciones de la ruta y el desconocimiento de esta, decidimos asegurar una cima que se encontrara más a nuestro alcance: el Almirante Nieto.
Desde el Campamento Torres tomamos el sendero al clásico mirador. Desde ahí continuamos nuestra ruta por un rico acarreo que alguna vez fue canaleta. Al final del tramo comenzó la escalada, un largo de cuerda de mala roca, poca protección, de unos 55º de inclinación y gran exposición nos dejó en un plateu desde donde comenzaba el filo cumbrero. Ascendimos siempre acompañados de una espectacular vista de las Torres. A las 12:00 am hicimos nuestra segunda cumbre patagónica. Excelentes condiciones climáticas permitieron que gozáramos de un paisaje increíble. Veíamos casi todo el Parque, desde la Pampa y sus lagunas hasta los glaciares de Campo de Hielo Sur con cerros como el Paine Grande, Fortaleza, Escudo y Las tres Torres. Descendimos sin problemas y llegamos al campamento felices.
Cuando ya creíamos que nuestro viaje había acabado, surgió espontáneamente una motivación extrema: sin conocer el meteo y con tres días para volver a casa, decidimos hacer el último intento a la Torre Norte. Un día de escalada que nos sorprendió con lluvia y mucho viento hizo que desertáramos de la cumbre, mostrándonos lo que significa escalar en Patagonia. Regresamos de la ruta felices y pensando en dos cosas: comer galletas en Punta Arenas y las rutas patagónicas para el próximo año.
Agradecemos enormemente por su apoyo y motivación a:
- Nuestro querido club de montaña, Club Andino Alemán DAV.
- José Luís Fonrouge QEPD, quien nos inspiró con sus relatos patagónicos.
- A todos los escaladores, amigos y familia que nos ayudaron en nuestra aventura, disculpas por no nombrarlos pues son muchos.
Francisco Naranjo
Santiago Canales
Pedro Pablo Sermini
Francisco Naranjo, Henry Loveless y Pedro Pablo Sermini, nos dispusimos a entrenar para nuestro proyecto veraniego. No estábamos solos en nuestra empresa, cada fin de semana distintos amigos nos acompañaban en nuestras salidas donde surgió un nuevo termino: Patagónico!!!
A mediados de Septiembre recibimos una mala noticia, Henry, hasta ese entonces el jefe de la expedición, no podría ir a nuestro tan ansiado viaje. Francisco y Pedro Pablo nos reunimos y decidimos continuar nuestra empresa a pesar de nuestra corta experiencia en este tipo de escaladas. Al corto tiempo surgió una nueva idea , invitar a nuestro viejo amigo Santiago Canales a formar parte de nuestro proyecto de escalada, pero, Santiago no estaba escalando!
Así y todo nos dispusimos a seguir con la empresa.
Nuestros objetivos eran subir la Aguja Guillaumet y la Aguja de la S, ambas en el macizo del Fitz Roy.
Llegamos a El Chaltén en medio de una gran ventana de buen tiempo, motivados por el impresionante paisaje y las ansias de escalar, partimos de inmediato al campamento base Río Blanco, realizando 2 porteos en el dia. Al dia siguiente, al ver que la ventana continuaba partimos al campamento alto llamado Paso Superior. Debido al buen tiempo, llegar fue toda una odisea, el glaciar que debíamos cruzar estaba totalmente agrietado, por lo que tuvimos que aplicar varias técnicas para pasar grietas realmente “patagónicas”.
Partimos a la Gillaumet sin Santiago, quien fue víctima de la Polenta y tuvo que descansar en el campamento. Luego de cruzar un glaciar lleno de Grietas y con las primeras luces del amanecer llegamos a nuestro primer desafío de escalada: una gigantesca rimalla glaciar. Tras un arduo trabajo, Francisco logro superar este dificil tramo. continuamos por la canaleta, y luego de dos largos en esta, decidimos retornar, debido a las malas condiciones de la nieve y la seca canaleta.
Retornamos al campamento base no sin antes caernos cada uno de nosotros a unas grietas gigantes, sintiendo los pies en el aire y solo afirmados de unos débiles puentes de nieve. Llegamos exhaustos y decidimos no volver al lugar.
Al día siguiente ya teníamos otro objetivo. La Aguja de la S. Nos informamos con escaladores locales e iniciamos de inmediato la aproximación hacia la cueva Piedra Negra. Al amanecer, luego de pasar unos mojados slabs y un glaciar, estábamos en la base de la pared. Pretendíamos hacer la Baby Face, graduada en 5 (5.8) que se encontraba en pésimas condiciones. El destino nos llevó a iniciar la escalada por la Ruta Búlgara, graduada como un 5+ (5.9) de 450 metros hasta la cima. Pedro Pablo y Francisco punteaban turnándose y Santiago iba de segundo. La ruta recorría un bello diedro colorado con empotres de todo tipo y varias técnicas de escalada. La roca era de excelente granito pero con grandes bloques sueltos. Los tres escalamos sin ningún problema los primeros siete largos verticales. Motivados, realizamos un travers que nos llevaba hacia los dos últimos dos largos de la cumbre (6a o 5.10a). En aquél lugar fuimos testigos de una increíble vista patagónica, el cordón del Torre aparecía en todo su esplendor frente a nosotros. El buen desempeño de la cordada y la gran vista que teníamos, nos animó a terminar los últimos largos de la ruta. Pedro Pablo, luego de puntearlos, esperaba a Francisco y Santiago en la cima. Una cumbre muy expuesta y emocionante por el espectáculo patagónico de verticalidad y mucho viento. Orgullosos de nuestra primera cumbre patagónica, nos concentramos en iniciar un largo descenso.
Debíamos descender hasta el punto donde 10 horas antes dejamos nuestro equipo para caminar en el glaciar. Era tarea obligada si queríamos volver a la cueva. Se aproximaba mal tiempo y la fatiga de la jornada de escalada nos exigía urgencia y rapidez. Llegamos, finalmente, a nuestro depósito de equipo a las cinco de la mañana. Si bien aún debíamos marchar hasta el valle, sentimos por fin que completábamos nuestra primera ruta patagónica y el cansancio se sentía como un premio al esfuerzo y la constancia.
Dormir en la cueva por el día y luego de dos días de completo descanso en el campamento Río Blanco fueron lo necesario para iniciar nuevamente nuestra atención hacia qué hacer próximamente. Un paso por El Chaltén y la presencia de un frente que no se veía decantar, nos hizo decidir nuestro próximo objetivo: escalada en Torres del Paine.
Dos días de viaje y un paso obligado por un tenedor libre en Calafate, nos dejaron en el Parque Torres del Paine. Todo quien pretenda realizar una ascensión en el parque debe obtener un permiso de escalada que, habitualmente, demora un día. A la madrugada siguiente porteamos nuestro pesado equipo y ya estábamos dispuestos a realizar una entretenida escalada por la Via Monzino de la Torre Norte del Paine (5.10 a). El Campamento Japonés, destinado a los escaladores, con su clásica cabaña rústica construida por las primeras expediciones, fue nuestro lugar de paciente espera de buen tiempo. Tras un intento fallido debido a las condiciones de la ruta y el desconocimiento de esta, decidimos asegurar una cima que se encontrara más a nuestro alcance: el Almirante Nieto.
Desde el Campamento Torres tomamos el sendero al clásico mirador. Desde ahí continuamos nuestra ruta por un rico acarreo que alguna vez fue canaleta. Al final del tramo comenzó la escalada, un largo de cuerda de mala roca, poca protección, de unos 55º de inclinación y gran exposición nos dejó en un plateu desde donde comenzaba el filo cumbrero. Ascendimos siempre acompañados de una espectacular vista de las Torres. A las 12:00 am hicimos nuestra segunda cumbre patagónica. Excelentes condiciones climáticas permitieron que gozáramos de un paisaje increíble. Veíamos casi todo el Parque, desde la Pampa y sus lagunas hasta los glaciares de Campo de Hielo Sur con cerros como el Paine Grande, Fortaleza, Escudo y Las tres Torres. Descendimos sin problemas y llegamos al campamento felices.
Cuando ya creíamos que nuestro viaje había acabado, surgió espontáneamente una motivación extrema: sin conocer el meteo y con tres días para volver a casa, decidimos hacer el último intento a la Torre Norte. Un día de escalada que nos sorprendió con lluvia y mucho viento hizo que desertáramos de la cumbre, mostrándonos lo que significa escalar en Patagonia. Regresamos de la ruta felices y pensando en dos cosas: comer galletas en Punta Arenas y las rutas patagónicas para el próximo año.
Agradecemos enormemente por su apoyo y motivación a:
- Nuestro querido club de montaña, Club Andino Alemán DAV.
- José Luís Fonrouge QEPD, quien nos inspiró con sus relatos patagónicos.
- A todos los escaladores, amigos y familia que nos ayudaron en nuestra aventura, disculpas por no nombrarlos pues son muchos.
Francisco Naranjo
Santiago Canales
Pedro Pablo Sermini